Hablar de que los corruptos son de un partido u otro, es un sinsentido. No tiene nada que ver con el partido al que pertenezcan ni mucho menos, corruptos los hay en todas partes, básicamente porque creo que todos estamos de acuerdo en que algunos entran en un partido político no por sus ideas -que muchas veces son hasta contrarias- sino por lo que puedan obtener. Se arriman al sol que más calienta, aunque su ideología sea completamente opuesta, en busca de poder y riqueza. Y quién no quiera reconocer que en su partido hay corruptos es que o está ciego o no quiere ver o tiene la cara demasiado cerca del culo de alguien como para ver la realidad. En todos los partidos los hay, en todos. Que nadie piense como Aznar cuando dijo: “El PP es incompatible con la corrupción”. Creo que no es tan tonto como para pensar que eso era cierto, por lo que asumo que estaba mintiendo descaradamente. Y ese es el segundo caballo de batalla en la honestidad política: la mentira. Todos estamos acostumbrados a que los políticos mientan para conseguir sus objetivos. Todos podemos aceptar y asumir que nos oculten datos -hay ocasiones en que algunas cosas no se pueden decir-, lo que no se puede tolerar es la mentira indiscriminada. Dicho en palabras del escritor Angel Ganivet: “La sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a que lo que se diga sea lo que se piense."
Por desgracia, parece que ser ciudadano en este país supone estar desengañado por todo, no protestar por nada y apoyar a los tuyos aunque sean peores que Satanás. Y no, no debe ser así, no puede ser así. Ver a los militantes de un partido apoyando a un alcalde corrupto como ocurrió hace unos meses con uno de los implicados en la operación Gürtel es, dicho castizamente, “para mear y no echar gota”. Los ciudadanos no pueden hacer eso. Los partidos no pueden permitirlo. Aunque igual estamos yendo demasiado rápido. Primero, estaría bien que no buscáramos una gran conspiración de fiscales, policías y jueces cada vez que detienen a alguien. Porque eso nada tiene que ver con la presunción de inocencia. Porque se están legitimando de una manera descarada los comportamientos corruptos. Porque se está minando la credibilidad de las instituciones, que es básica en un estado democrático. Por desgracia, el PP nos tiene acostumbrados a este tipo de barbaridades por boca de la Sra. De Cospedal e incluso mucha gente vitorea este comportamiento absolutamente vil y rastrero. Es inaceptable que se ataque a aquellos que persiguen a los corruptos. Y eso es válido para todos los partidos políticos, sean del signo que sean y defiendan los colores que defiendan. Ver como algunos usan indiscriminadamente el “tú más” cada vez que alguien les acusa de algo me revuelve las tripas. ¿Tú más? ¿Sirve de algo que otro sea más pobre si te estás muriendo de hambre? ¿Sirve de algo que otro sea más tonto sino sabes escribir tu nombre? Por favor, seamos claros, el “tu más” servía en las típicas discusiones que teníamos en el colegio con 6 o 7 años, pero no sirve para personas adultas -al menos físicamente lo son-.
Todos nos preguntamos, ¿como combatir este tipo de política? Escribía sobre la corrupción, hace unos días, Adrián Barbón -alcalde de Laviana- en su blog: “¿Qué hacer ante tanta locura? Sólo queda un camino: extremar los controles. Hacerlos más estrictos. No puede ser muy difícil controlar el patrimonio y el dinero de los que nos dedicamos a la Política. Los políticos deberíamos de tener controlado completamente nuestro patrimonio, saber si hay incrementos, de dónde vienen esos incrementos. Sería la mejor manera de evitar tentaciones extrañas.“
Directamente relacionado con esto, decir que los ciudadanos debemos ser mucho más exigentes y críticos, algo que, por desgracia, rara vez ocurre. ¿Por qué? Quizá, como dice el maestro Sádaba en su último libro, la respuesta esté en lo que el filósofo Flew, tomando prestada la expresión de Orwell, llamó “double thinking”. Es como si el individuo se escindiera esquizofrénicamente. Por un lado es racional, y por el otro, acepta sin ningún sentido crítico todo lo que le ofrecen. Al fin y al cabo, los políticos están para proporcionar felicidad a los ciudadanos. No exigirles, no criticarlos, es, en el fondo, incomprensible. Tanto o más como la actitud de muchos miembros de los partidos, que se callan las críticas por miedo a quedar mal, a no progresar en la jerarquía, obviando sus ideales de manera sistemática en busca de hacer carrera. Sin crítica, ya sea interna o externa, de enemigos, amigos o propia, es imposible progresar en cualquier ámbito de la vida. En cualquiera. Ya lo dice el refrán: “quien bien te quiere, te hará llorar”. Si no sabes lo que falla, ¿como vas a solucionarlo? Y pensar que nada falla es estúpido. Siempre se puede mejorar. Siempre. Y esa mejora, el perfeccionamiento, pasa por la crítica.
El objetivo de un político debe de ser siempre la excelencia, y quién la busque no puede centrarse tan sólo en cumplir bien su trabajo, tiene que aspirar a los ideales mencionados. Suena utópico, lo se, pero sinceramente, creo que una utopía es la realidad de un futuro lejano recogida en la mente de un visionario del presente. Muchas utopías del pasado son hoy en día realidades porque alguien creyó en ellas y dedicó sus esfuerzos a llevarlas a cabo.
Honradez, sinceridad y transparencia. Esos son los pilares. Para mí, además, una obsesión. Luchemos por ellos. El silencio no sirve. Esconderse no sirve. Sólo dar la cara. Y tú, ¿qué opinas?