jueves, 8 de octubre de 2009


El polvorín del mundo

En un sitio como Cangas, en el que desde pequeños se respira, se suda y se sangra pólvora, no nos sería difícil identificar un polvorín, por eso parece evidente que si saliéramos a la calle y preguntáramos cual es el polvorín del mundo, todo el mundo apuntaría hacia Oriente Medio. Millones de km2 de tierras arenosas y desérticas que flotan en petroleo, dominadas por el fanatismo religioso, islámico en su mayoría pero también judío.

Hace un mes aproximadamente nos sorprendíamos sobremanera con una noticia: un clérigo de Gaza acusaba a Hamas de ser una organización demasiado laica e intentaba instaurar un emirato bajo la ley islámica o Sharia (la misma por la que se lapida a muchas mujeres, por poner un ejemplo). ¿Hamas demasiado laica? Pues aunque parezca increíble, si la comparamos con otros países de su entorno, llegaremos a la conclusión de que son menos radicales en su fe, que no en sus métodos para defender sus ideas. Que son terroristas es algo obvio, pero no basan tanto su odio en la religión como en la opresión, aunque se aprovechen de ella para convencer a los jóvenes que se inmolan en cualquier punto de Israel. Por ejemplo, Irán no está oprimido, y sin embargo, el odio de sus dirigentes es similar al de los palestinos.

Muchos españoles, a tenor de los comentarios que se escuchan en el día a día, creen que los musulmanes están cegados por la religión, y puede que no les falte un poco de razón, pero no nos engañemos, Europa también ha pasado por eso: 8 cruzadas y el ex-Santo Oficio de la Inquisición (ahora Prefectura para la Congregación de la Doctrina de la Fe) son buenas muestras de ello. Miguel Servet condenado a la hoguera por decir, entre otras cosas, que la sangre circulaba del corazón a los pulmones (cuando los árabes lo sabían desde mucho antes) o Galileo Galilei y su “e pur si muove”, también son buenos ejemplos. Y eso sin olvidarnos de los miles de mujeres acusadas injustamente de brujería y sometidas a una tortura inhumana: la muerte en la hoguera. Es imposible no recordar aquí uno de los métodos para saber si una mujer era bruja: se la ataba de pies y manos y se la lanzaba a un lago, si se soltaba y nadaba, era bruja, por lo tanto a la hoguera con ella. Si no se soltaba... bueno, parece obvio...

Si se enseña Historia en los colegios es para que no cometamos los mismos errores del pasado. En caso contrario, es un gasto de tiempo y dinero que cientos de miles de niños conozcan, por el mero hecho de conocerlo, un pasado que no han vivido ni les ha tocado cerca. Si fuera así, y solo buscáramos el conocimiento por el conocimiento, lo mismo podrían enseñar el palmarés de los JJOO o los métodos de trabajo de una colonia de hormigas.

Por eso, me preocupa especialmente, cuando veo que una sociedad va directa a cometer los mismos errores del pasado. Hace menos de 1000 años el Islam era la élite en prácticamente todo, mientras Europa estaba sometida por el yugo del oscurantismo y de la Iglesia. Cientos de años después, Occidente ha evolucionado mucho, aunque les pese a unos cuantos retrógrados, mientras Oriente ha retrocedido enormemente en derechos y en riqueza. Y teniendo en cuenta que entonces estaban más cercanos en el tiempo a su profeta Mahoma, es más probable que también estuvieran más cerca de sus enseñanzas.

Si el Islam no es el problema, ¿cual lo es entonces? Principalmente en manos de quién recae el poder y la educación en muchos de esos países. Quién tiene el poder usa la religión para perpetuarse y convertirse en un semidiós, y quién está en el bando contrario, la usa para justificar el uso de la violencia, con un objetivo claro: llegar él al poder. En cuanto a la educación, si los mismos radicales que usan la religión en su beneficio propio son los que enseñan a los niños, lógicamente, les enseñarán lo que a ellos les interesa, y no lo que realmente es la verdad. Principalmente por eso nos encontramos con el panorama actual.

Un ejemplo claro lo mostraban hace unos cuantos días en Cuatro en un reportaje titulado “Afganistán, españoles en la ratonera” en el que se trataba la situación de los soldados españoles en ese país de Asia. De una madraza (más o menos una escuela) construida por los italianos salían gran parte de los suicidas que se inmolaban contra los soldados occidentales. Podríamos estar durante horas debatiendo el motivo, pero sinceramente creo que un dato lo explica todo: el 75% del temario era religioso. Y no nos engañemos, todas las religiones en su concepción prohíben el asesinato. Eso sí, luego se hallan a la merced de la interpretación de clérigos radicales, y de su poder de convicción sobre unos fieles crédulos e inocentes, muchas veces convencidos desde niños y muchas más aún temerosos del poder divino. Es fácil imaginar el lavado de cerebro que les aplicaban allí. Algo que por otra parte no nos es lejano, ya que aquí también se les aplica en algunas sectas y en otras “asociaciones” que no están consideradas como tal.

El problema no es que se enseñen el Corán, la Torá o la Biblia, sino que se enseñen interpretaciones interesadas de los mismos, pero claro, eso es algo que está a merced de las convicciones del “profesor” de turno. Por eso es imposible de evitar mientras se mantengan las educaciones religiosas.

Afortunadamente en España la situación no es ni parecida. Hemos avanzado mucho desde la dictadura, pero aún nos queda. Por eso defendemos que los niños deben ir a la escuela a aprender lenguaje, matemáticas, etc, pero no religión. Si sus padres quieren que aprendan religión que los lleven al salir de clase, igual que los llevan a aprender artes marciales o a jugar al fútbol. Y no defendemos una educación laica porque estemos en contra de los creyentes, ni mucho menos, ya que muchos de nosotros lo somos -me incluyo-, sino porque creemos que la religión debe enseñarse, en todo caso, en el ámbito familiar, respetando también la opción -cada vez más extendida, por otro lado- de los escolares cuyas familias hayan optado por el laicismo.

El problema no es la religión, nunca lo ha sido, sino el uso en beneficio propio que muchos intentan hacer de la fe de los demás y, como no, el permanente empeño de imponer las propia creencias por encima de las libertades y derechos del resto, y para eso, ni siquiera tenemos que salir de nuestro país.

PD. Este artículo se escribió antes del asesinato ayer del cabo Cristo Ancor Cabello Santana. A pesar de que expresamos nuestras condolencias via twitter, no está de más volver a hacerlo, teniendo en cuenta que ha dado la vida por este país, por nuestra libertad y por un mundo mejor. Que su sacrificio no sea en vano.

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